Reto 5 Arte para la igualdad
Teruca y el rural
Los días eran interminables en aquel casi invierno
montano. Las nieblas parecían pegarse a las laderas y escurrían por la
vertiente del poniente hasta el río. El frío del avanzado otoño se dejaba
sentir, también ya en el ánimo. Miró por la ventana de su cuarto y vio que el
ganado de su padre se encontraba aletargado, como petrificado en el paisaje.
Había concluido sus estudios en el insti comarcal, y se sentía sola; la cuadrilla de amigos y compañeros se había desperdigado desde el fin del curso pasado, quizá de forma ya definitiva, entre sus respectivas aldeas y pedanías.
Su compa del alma, Iago, le contó que había decidido dejar definitivamente el rollo de los estudios y hacerse cargo de la explotación agrícola de su padre; convertirse "como en un pastorcillo navideño"- decía. Su viejo acababa de jubilarse con el cuerpo quebrado de tanto esfuerzo y sin mucho aliento.
El único recurso con el que contaba Teruca era su
conexión a internet, esa ventanita que la mantenía conectada con el mundo en
horario de 8 a 12, el tiempo que exiguamente duraba la maldita cobertura hasta
que se perdía de forma irremediable...
- No había por allí muchas oportunidades, no...-
pensó.
Hoy, sin embargo, era un día diferente. Teruca
parecía nerviosa, se sentía un poco extraña; su perrita "Chula"
estaba también inquieta, conocedora de que algo distinto estaba por pasar; se
movía de forma desordenada, con cómica gracia. No recordaba bien a qué hora había quedado con
aquellas señoras (¿a las 12 ó la 1?) que vendrían desde la capital a
informarles sobre el curso por el que se había interesado. Había encontrado una
reseña en una búsqueda casual por internet: decidió inscribirse y dió noticia
en todo el pueblo a quien pudiera interesarle. Serían las 12 de la mañana cuando recibió la
noticia de que las esperadas "Sras benefactoras", representando a la
Asociación Mulleres en loita, habían llegado. En la humilde sala de reuniones
del Concejo estaban ya unas cuantas mujeres del pueblo: sus amigas y compañeras
de clase -Marta, Maruxa y Paloma- y otras señoras más mayores... en total como
unas 14.
La información que les iba llegando parecía
agradarles: que si el empoderamiento de las mujeres, que si la igualdad de
oportunidades; que si las mujeres como vertebradoras del desarrollo rural; que
si cómo superar la brecha de género ...
Pero … ¿Y en concreto, qué?.
Pues entonces comenzaron a desgranarse una serie de
iniciativas que tenían sentido y sonaban bien: programas de subvenciones a mujeres
y a jóvenes (con fechas concretas y dinero asociado); procedimientos simplificados
para el traspaso y acceso a la titularidad compartida de explotaciones rurales;
premios a la innovación y a proyectos de emprendimiento rural (¡ay! la vieja
casa de la abuela, esa casa rural que siempre soñó con poder abrir); programa
de créditos "blandos" para mejoras...
La fábrica de los sueños echó a andar.
Volvía a casa con la mirada brillante, altiva; el ánimo ahora expectante.
Quizás sí, pensó satisfecha, a partir de ahora había una posibilidad real de redimirse y comenzar a vivir como MUJER en el mundo rural.
Comments
Post a Comment